martes, 29 de noviembre de 2011

cuartetas y coartadas


imagen María Hernando
Como siempre un lujo para
este blog tu aportación.

¿Cuartetas o coartadas?

Optimismo desbordante
Iba subiendo la cuesta que bajaba la colina.
Iba bajando la vida que se hacía cuesta arriba.
Bajando o subiendo, por la senda que caminas
siempre al final, en la meta, se congela la sonrisa.

El Poder
Yo sé que el poder corrompe
por eso, si lo he ostentado,
al momento lo he borrado
comenzando por su nombre.

¿Será cierto?
Pienso que soy tan honesto
que hasta a mí mismo me engaño,
envuelto como oro en paño
sin ser distinto del resto.

El poder de las Banderas
Banderita tú eres roja,
Banderita tú eres gualda.
Pero mi primita es coja
y a mí, me duele la espalda.

AGUA
Naciste para ser río.
Yo, para ser tu afluente.
Si tienes sed, amor mío,
pon tus labios en mi  frente.

El Guía

Imagen, María Hernando, gracias mil
***

Abatí cada semáforo,
apagué con una lágrima
la luz del sol
para que vivieras el caos de mi ciudad

y así,
así, 
asida a mi erección
con mano blanda,

temblorosa,

recorriste la barriada 
de mi enloquecido amor
y sus esquinas dobladas
de placeres y penumbras

domingo, 20 de noviembre de 2011

El coleccionista de hematomas o Amor al Arte

Lo cierto es que no sé cómo explicar esto sin que alguno de los presentes me tome por un loco, así que comenzaré presentándome para dotarlo de un asomo de formalidad. Me llamo Evaristo Arenales Del Canto, nací hace 39 años en un lugar llamado Pinares del LLano, casado, dos niños preciosos –eso dice su madre, a mí no me parece que sean hijos de la misma genética que yo, la verdad sea dicha- y una esposa cariñosa, de belleza como la de esas dos bestias que está mal criando pero sobre todo muy paciente con las rarezas que en abundancia poseo. La mayor de todas esas rarezas, consiste en perseguir hematomas para admirarlos y fotografíarlos a continuación. Sí, esos moretones que se manifiestan a flor de piel cuando algo la traspasa o agrede en modo alguno rompiendo venitas o venas.
  ¿Qué de donde viene esta afición? Cuando tenía cinco años, me encontré con el primero inesperadamente. Frente a la casa de mis padres mi vecino Manuel tenía su granero. Era una casona vieja reconvertida en almacén de paja y grano que los niños de aquella calle utilizábamos para nuestros inocentes juegos. Tenía una preciosa fachada de piedra con remates ornamentales labrados en el jabre marrón que rodeaba adornando la puerta y las ventanas de planta baja. La ventana de la planta superior era la que se utilizaba para desde la calle meter la paja en el interior. No era muy grande, solo una hoja, estaba justamente colocada bajo el vértice del tejado y nada adornaba su funcional desnudez.
  Era precisamente el tamaño lo que me llamaba la atención, pues la paja a granel es muy voluminosa y no parecía que esa abertura fuera lo más idóneo para entrada de almacén, pero bueno, Manuel que era un hombre sabio, seguro que sabía lo que hacía.
  Voy a lo del hematoma, que me ando por las ramas. Una mañana que no fui a la escuela, estaba tan aburrido que para matar el tiempo me puse a lanzar piedras para intentar colarlas por esa pequeña ventana del granero que por la razón que fuera ese día se encontraba abierta. A mí, por edad y fuerza no me resultaba nada sencillo llegar a semejante altura con esos cantos rodados tan pesados y menos aún acertar a embocarlos. Hasta que a base de insistir emboqué una. Era una piedra grande y redondeada que me ocupaba toda la mano. Mi grito de júbilo coincidió con otro no tanto que salió del interior de aquel pajar. Mi vecinita Marimar asomó a la puerta mostrando su mano derecha ensangrentada a causa de una herida en el cuero cabelludo y ante mi cara de susto, esa puñetera mocosa a la que odiaba, exageró sus gritos para alarmar a los vecinos y de paso dar motivos extra a mi madre para que me diera una buena tunda, ya que ella sabía perfectamente de la facilidad de mi mamá para soltar la mano.
  Marimar no tenía hematoma alguno, al menos visible, pero su cabeza seguía sangrando sin parar pese a la superficialidad de la herida, que era apenas un rasguño y la cosa se me ponía tan fea que salí corriendo del lugar a esconderme bajo la cama. A la media hora de aquella accidental pedrada, ya tenía mi precioso Hematoma; ese que me marcó de por vida. Era nítido y cálido, la mano de mi madre estaba perfectamente dibujada en mi carrillo derecho. No me dolía, solo lo miraba y lo miraba recreándome frente al espejo en el color y el calor. Durante todo aquel día seguí su evolución con verdadero interés. Del rosado inicial pasó a un rojo más intenso y con la llegada de la noche unas zonas moradas coincidentes con las yemas de los dedos le daban un aspecto increíblemente hermoso, surrealista, policromado y mágico. Durante días, no pensé en otra cosa que en la belleza de lo efímero, pero esa condición de volatilidad me ponía triste, muy triste. Hematoma se iba sin que yo pudiera hacer nada, aunque conociendo a mi madre sabía que llegarían otros.
  Pasados unos pocos días me encontré con el segundo. Maravilloso, geométricamente perfecto y con una característica asombrosa, perdía nitidez en los bordes hasta llegar a confundirse con el color de la piel. Estaba en la espalda de Adolfo y nació gracias a un balonazo de Chema, que era el abusón de la pandilla, un chaval grandote y bruto como no vi otro en la vida. Les juro que esa moradura era espectacular, se notaban incluso las costuras que unían cada uno de esos rombos y el circulito de la válvula. Mi romance con los hematomas ya era imparable, aquellos rombos quedaron troquelados en mi cabeza para siempre.
  Después vinieron unos años en los que aún viendo muchos, casi todos ellos producto de caídas y golpes de los que la edad otorga caprichosamente y que nuestras madres difundían con esmero en la mayor de las ocasiones, no me encontré con uno realmente cautivador que me hiciera paladear eso que sentía cual espectador de los lienzos de un pintor del Siglo de Oro que sí me hicieron sentir Mano y Rombos.
  Fue en verano, eran las fiestas de San Roque. Yo era un adolescente con cierta querencia a la conquista de chicas sin tener en cuenta otra condición que la de la belleza. El hematoma volvió a manifestarse en mi propio cuerpo. Este fue obsequio de Ángel, el  novio de Claudia y me lo hizo en un ojo. Sin mediar palabra. Artesanía pura y dura, Hecho a mano (cerrada). Vino, me dejó el obsequio y marchó.  Mi hematoma, estaba acompañado de un enrojecimiento del interior del ojo, y se extendía hacia la nariz ocupando su mitad superior cómo queriendo que esta le sirviera de asidero. Eso me gustaba, Pirata me quería y mi nariz le servía de sustento con un agradecimiento ruborizado que no podía ocultar. Lo tuve conmigo dos semanas, se iba tornando ocre con el paso de los días, era fantástico aquello de los cambios de tonalidad, le conferían vida propia; mis amigos decían durante los primeros días entre chanzas de lo más variado que tenía el ojo a la funerala. No me importaba, yo tengo la sensibilidad de apreciar una obra de arte y ellos eran (y son) unas acémilas que no valoraban en absoluto la belleza que nos rodea, aunque lo rodeado sea un ojo humano. Lo físico y lo abstracto hechos Arte…en fin, una acémilas, ya digo.
  Fue a partir de ese momento cuando decidí que estudiaría algo de la rama sanitaria. Aparqué la vagancia que tan fiel compañera fue durante años y me matriculé en Medicina obteniendo unos resultados que sorprendieron a propios y extraños hasta el punto de que mi padre fue a hablar con los responsables de la universidad para buscar la manera de que yo no pudiera falsificar las notas o encontrar donde estaba el truco que hacía posible lo impensable. No había tal truco, todo era Ilusión por lo que te gusta y Sacrificio para obtenerlo. Sí, con mayúsculas, Ilusión y Sacrificio.
   Pronto encontré trabajo en el hospital de la ciudad. Mi expediente académico era tan abrumador que aplastaba cualquier duda. Fui dichoso en Traumatología, muy dichoso, la verdad sea dicha. El Señor, quiso premiar mi sacrificio de los años anteriores y su generosidad fue ilimitada. Puso ante mí a los Grandes Maestros. Allí pude ver auténticos  SEAT, Mercedes, Honda , Renault, un Talbot, varios Ford e incluso uno de esos escasísimos y supercotizados Volvo. Los Volvo son muy apreciados, créanme, no suelen verse en un hospital de provincias. Son algo así como los Lladró de los cardenales y su aparición me supuso la sensación de haber tocado la cima.
  Como no quería estancarme di paso al comienzo de una nueva etapa que estrené en la enfermería de la plaza de toros portátil de Chinchilla, Albacete. Sí, pedí incorporarme a  Asistencia Medicalizada en Festejos Taurinos. Una etapa muy prolífica. Antes de su muerte conocí a los autores de todas y cada una de muchísimas obras maestras. Citaré solo unos pocos de estos insignes artistas, Cenizo, Aguardiente, Bolillo, Cornipresto, Ventoso o Calamar II, éste último, más que un hematoma lo que creó -en la Plaza de Almendralejo sucedió - fue una mixtura, una fusión espectacular de color y formas, un visceral conjunto que una vez tratado en la enfermería originó un Hematoma Grapado que titulé Cremallera Escarlata por su color y la disposición perfectamente vertical y centrada en tórax y abdomen del soporte de aquella genialidad del gran Calamar II que en gloria esté. Como siempre, con la cámara de fotos a mano, no desaproveché aquella histórica ocasión.

Como los amantes del Arte somos de natural curioso, lo razonable era que yo quisiera probar mi talento creativo y en ello estoy. Nunca imaginé que fuera tan complicada la técnica. Abandoné la medicina hace ya tres años y me dediqué en cuerpo y alma al estudio de los más grandes para poder trabajar a su lado. Quiero que mis obras sean tan apreciadas como las que yo he podido visionar con tanto placer y en ello estoy. Aún no me salen muy bien, pero mejoro cada día. Mis superiores en la Brigada Antidisturbios Comisario Lozano me dicen que tengo demasiado celo profesional y entreno en exceso, pero yo pienso que a quien algo quiere, algo le cuesta y conseguir formas y colores vestidos de autenticidad y armonía con una porra flexible o una escopeta lanzadora de pelotas requieren una entrega a la que estoy dispuesto por amor al arte y los resultados van apareciendo como he podido comprobar esta mañana al ver la prensa y las grabaciones de las televisiones sobre la actuación coral de la pasada tarde durante el desahucio. La conjunción perfecta entre lo esférico y las formas alargadas es un reto que me obsesiona y estoy a punto de conseguirlo con la inestimable ayuda de estos tiempos de penurias económicas que tanto se prestan a colaborar con mis inquietudes plásticas.
  Espero ser comprendido, no admirado, por todos ustedes que han tenido la amabilidad de venir a esta humilde exposición de fotografías sobre mi pasión y que la disfruten en la medida que yo lo hago.
  Muchísimas gracias.
 Una fuerte ovación del casi por completo uniformado público cerró la presentación, mientras unas lágrimas emocionadas asomaban en los ojos y delataban el orgullo de esa abnegada maestra y madre.


La imagen es de María H., no es necesario aclararlo :)

miércoles, 2 de noviembre de 2011

Mirando al norte

  Desde la nueva casa, esa tan fría por su orientación norte, de la que escapaban los rayos de sol, miraba cada mañana hacia el horizonte. La frente apoyada en el cristal dejaba una huella que borraba con la manga de la camisa cada vez que se retiraba de allí.
  Al levantarse cada nuevo día se dirigía al ventanal, ese mirador de ilusiones, retiraba la cortina y antes de subir la persiana veía la huella que creía haber borrado
.



La imagen es obra de María Hernando a quien una vez más agradezco su colaboración desinteresada y la aportación personal y absolutamente creativa de la lectura que hace del texto. La visión de la huella, no de la frente, sino de los pasos que quieren encaminarse al Norte.
Un beso y millón de gracias una vez más, María. Un honor.

sábado, 29 de octubre de 2011

Granito y Arenisca

Imagen cortesía de mi buena amiga y magnífica fotógrafa, María Hernando. Gracias de nuevo amiga.
GRANITO y ARENISCA
  Al asomar la cabeza a la superficie pensé que me sentiría liberado de esa sensación, pero no. Aquel parking era tan lúgubre, tan cochambroso, tan oscuro, tan claustrofóbico si me apuras, que esperaba ilusionado respirar en la calle. No fue así, no solo seguía sintiendo esa angustia de minutos antes, al contrario, esta se había intensificado acompañada de una sensación de desubicación temporal o algo así. No sé si sabes, es como eso que sienten esos personajes de los libros de Paul Auster,  tipos a los que una grave enfermedad o un fatal accidente, o sea el azar o el destino ladrón simplemente, golpean sacándolos del mundo o los transportan a uno paralelo desde el que miran al suyo viéndolo distorsionado y que a su regreso sienten (en el caso de que sientan algo) que no saben ni quienes son, ni qué hacen en él o lo que es peor, qué tienen que hacer en adelante. En el filo entre lo empírico y lo racional más o menos. Una sensación muy rara, vaya.
  Cuando emprendí este viaje sabía perfectamente qué buscaba. Buscaba revivir aquel que hice hace algún tiempo, para enfrentarme a eso que llaman fantasmas del pasado. Sabía que esos fantasmas ya no estarían, que eran tan solo imaginaciones mías de poeta melancólico, pero tampoco se perdía nada por asegurarme no fuera que algún día se me presentaran, me pillaran desprevenido y meausterizaran el presente. También debía deshacerme de una camiseta que no era mía y de un amuleto que no era tal para borrar de un plumazo cualquier vestigio del mal fario que me perseguía obstinadamente desde que llegaron a mi vida hasta hacer que me encontrara en esta calamitosa situación personal y nada mejor que una ciudad tan entregada a los símbolos como esta para ello.
  Así, con ese ánimo indefinible salí de aquel agujero casi obsceno después de  guardar el coche. Era el mismo de la vez anterior y un paso obligatorio para iniciar aquella ruta emocional que tenía por delante.
   Lo primero era buscar alojamiento, dos días entre semana no me saldrían muy caros en uno de esos hostales típicos de casco histórico y pronto encontré lo que buscaba. Cómodo, limpio y con vistas a la Catedral. Un armario, una cama, un sillón y una mesita. Lo justo y en un espacio suficiente.  
  Me di una ducha de un nanosegundo y salí a recorrer aquellas calles estrechas con el sentido de la ubicación a su puta bola hasta que precisamente una Bola -de granito como todo por allí- la de Atlas que seguía en todo lo alto anunciando la ausencia de vírgenes universitarias, me marcó el punto exacto en el que me encontraba (cuentan que la bola caerá cuando pase alguna alumna con esa extraordinaria característica). Esbocé una sonrisa de esas mías imperceptibles y saludé a mi primer fantasma con el pensamiento. Vamos bien, un fantasma, una sonrisa y un pensamiento guarro que omito.
  Con el paso más decidido por mor de esa mejor orientación geográfica, enfilé aquellos callejones oscurecidos por la estrechez y el color de la piedra de las fachadas en busca del bar con el peor café del mundo.
Recuerdo muy bien aquel momento; Empapado y muerto de frío, con dolor en cada hueso, pero feliz por posar el culo en una silla de una puñetera vez. El café, esta vez estaba rico. Un café de bar, no una maravilla gustativa tampoco. Pero bueno, comparado con el de aquel primer viaje era una delicia.  El segundo fantasma estaba vencido. Bromitas con la camarera y su amiga fumando un cigarro en la puerta y ni rastro de pesar.

  Decidí dejar al tercero de mis objetivos para el día siguiente. Entenderás que moverse a pie en esas condiciones de máxima concentración para no perder la orientación a la vez que intentas identificar lugares es agotador para mí.
  Este tercer fantasma habita en un palacio y está muy relacionado con mi ciudad. Granito en ese arzobispal Palacio y Arenisca en el Colegio que fundó en mi tierra. Ese lugar común es el que lo hizo imprescindible en este viaje de locos.
  La mañana no era precisamente apacible. Mucho viento y una finísima lluvia a ráfagas que me caló en un instante sin que me diera cuenta. La lluvia moja bobos esa imagino que era y yo debí parecerle el bobo más grande de todos con absoluta seguridad.
  No me costó gran cosa encontrar al fantasmón duplicado, todo el mundo sabe de la existencia de su morada. Al llegar a la puerta sentí ciertas dudas y preferí fumar un cigarrillo antes de mirarlo a los ojos, que es la mejor manera que conozco de afrontar los retos difíciles y en ese momento sentía que estaba ante uno de ellos.
  Tiré la colilla contra una rejilla de sumidero carcomida por la mala calidad de la fundición con la que la fabricaron y entré intentando aparentar seguridad. Un paseo por el patio a paso muy lento sin perder detalle de la leyenda en epígrafe que adornaba sus muros, de la que en realidad no me enteré de nada concentrado como estaba  en mis íntimas sensaciones. Cuando noté que todo iba bien no di un solo paso de más en aquel sitio y salí con espíritu de guerrero triunfante a la calle. El tercer y último fantasma fue aplastado contra el granito de micas negras por mi corazón arenisco dorado.
  Comí algo en una calle con nombre de dictadorzuelo y me encaminé hacia el hostal a buen paso intentando ganar una estúpida carrera a la obstinada nubecilla que llevaba por sombrero. Saludo de nuevo a Atlas -creo que le guiñé un ojo- e imaginando una caída accidental de la bola me adentré en el portal. Recogí mis cosas, abandoné en un cajón la camiseta y el amuleto y salí de aquella ciudad bien guiado por el navegador del coche esta vez, pues la anterior di varias vueltas a la misma manzana como si esa apabullantemente bella urbe no quisiera soltarme.
  Un café a mitad de camino un par de horas más tarde en La Pausa me supo horroroso en esta ocasión. Ya sabes que escribí un relato en el que cantaba las excelencias de ese café. Bueno, ya no era el mejor del mundo, así son las cosas ahora o las papilas gustativas tal vez.
  Retomo el viaje con ganas de llegar a mi cama de una santa vez; en poco más de dos horas y media estaría en casa. En la radio hablan de la caída de la Bola de Atlas como consecuencia del temporal. Ni me inmuto  con eso. Un muerto y varios heridos leves -qué poco han tardado en alquilar mi habitación- pensé en voz alta intentando ocultarme a mí mismo una mueca rebelde de cruel satisfacción contenida a duras penas. 
  Tan solo una ocurrencia estúpida en ese momento: buscar a ese Atlas granítico una Hesperis arenisca si algún día decidera devolverme la visita.       
 -Necesito una cama cualquiera, me temo. ¿No te parece?

lunes, 24 de octubre de 2011

Entre tus piernas


Paraíso de sabores
que tomo en mantel de seda.
Mi boca busca licores
entre tus muslos de hembra.

Mis labios contra los tuyos
dan el beso del placer,
beso del deseo desnudo
en un cántaro de miel.

Me quedo a vivir contigo
atrapado entre tus piernas.
Abandono mi retiro
si  tú me abres esas puertas
y  tiras la llave al río
donde nadie pueda verla.




Imagen, cortesía de María Hernando (millón de gracias amiga)

sábado, 8 de octubre de 2011

La calculadora



  -¿Cuánto queda para llegar, Antonio?
  -Si el tráfico no nos toca mucho las narices unos diez minutillos.
  -Parece que atrás están nerviosos, no lo entiendo,y menos entiendo aún que utilicen una ambulancia con todos los adelantos para transportar a un enfermo al que le sangra la nariz.
  - ¡Pero mira que eres animal Vicente! Una hemorragia nasal como la de este señor puede esconder las cosas más raras que puedas imaginar. Te lo digo yo que llevo catorce años transportando “ganao”.
  -Tal vez tengas razón, estos se comunican mucho con el hospital desde que salimos. Tanto correr nos va a acarrear un nuevo servicio esta noche. Parece que vamos a destajo, joder.
  -Es lo que tiene trabajar en Emergencias Gutiérrez, que se cobra por servicio y no te puedes dormir sabiendo que los de Ambulancias La Salud están al acecho todo el santo día para levantarnos todos los portes que puedan.
-Pues a mí ya me joden con las preguntitas los jefes todo el día. Que sí cuantos servicios hemos hecho, que cuanto combustible hemos gastado, que cuanto queda para llegar a ver si hacemos otro viaje.  ¡Joer con la calculadora!
  -Preparados atrás, señores, que ya llegamos.
  -Vamos, deprisa, háganle un escáner, esto no parece tener fin - dijo el médico de a bordo a los de Urgencias. Sangra sin pausa desde hace una hora.
  Al cabo de un rato, la familia del enfermo ya sabía que la hemorragia “espontanea” podría estar provocada por un tumor en el cerebro.
  -Doctor –la esposa del enfermo intentaba mantener la calma pero también tenía su calculadora- de confirmarse  ¿cuanto tiempo vivirá Leopoldo?
-Depende de muchos factores, señora. Vamos a observarlo y en unos pocos días tendremos respuesta a todas las dudas. De momento la hemorragia está controlada y el tumor localizado. Lo demás requiere de estudios con cautela. No nos podemos precipitar.
---

  La reunión fue fría, como siempre lo era en esos casos. La parte económica del centro contra la sanitaria.
  -Es un tumor, dice el informe del Doctor Vílchez. ¿Qué probabilidades de curación hay en un caso como este, doctor?
  - En estos casos, si ponemos todos los medios de que disponemos y dadas las características del enfermo, la zona afectada y el tamaño yo diría que un veinte por ciento de curación total, un cuarenta con secuelas y otro cuarenta de fallecer en un espacio de dos semanas. Es decir, sesenta de vivir y cuarenta de morir, hablando claramente.
  -Señorita Cuesta, ¿Cuánto ha pagado a lo largo de su vida por el seguro el paciente y cuanto podría pagar en el mejor de los casos? Es decir, si resulta que sale ese fantástico veinte por ciento que dice Vílchez.
  - Lleva aportados 45.000 euros y si vive en las condiciones que usted me dice podría pagar otros 15.000 teniendo en cuenta su edad, 71 años.
  -  60.000, eh, no está nada mal, no. Disculpadme por la frialdad de los números, pero se trata de eso mi trabajo, ya lo sabéis. ¿ Cuanto gastaremos en el tratamiento si todo va según lo previsto, Figueras?
  - Si supera la primera fase y le aplicamos el protocolo al pie de la letra, unos 30 ó 36.000 euros, podría llegar hasta los 40.000 y correr el riesgo de que la cifra aumente, incluso se multiplique por dos si resulta que sale dentro del temible cuarenta por ciento de “vivo con secuelas” ya que estas las asumiríamos nosotros como paciente de nuestra compañía que es.
  -Bien, estudiemos el caso con calma, no dejemos que sea la calculadora la que determine sobre la vida del paciente -dijo Vílchez, que había permanecido en silencio hasta ese momento, en el que los números daban paso a los sentimientos.
---
  -Una semana más tarde, Aurora, la hija menor del finado, reparó en una de las coronas de flores que tapaban casi por completo el ataúd.
“El Doctor Vílchez y su equipo con la familia de Leopoldo”
FIN
Por una sanidad (y educación) pública de calidad, NO A LOS RECORTES

martes, 2 de agosto de 2011

(N)Hada(s)


Nada más creo sobre hadas madrinas,
no es el momento de tales historias
cuando, contra  la memoria
forjaron con celo la vara de espinas.

Hoy, que esas almas perdidas,
reafirman la fantasía
por un segundo de gloria
traicionando la poesía;

siguiendo la laudatoria
de la bruja más impía,

(fundiendo puentes de hierro,
dando empujones al perro
con sus alas de mar fría);

a los recuerdos me aferro
para olvidar cada día.

martes, 12 de julio de 2011

Una mancha de chocolate


Muerdo una vez más mi labio inferior
como señal inequívoca de que nada va bien
como muestra palpable de la partida de un tren
cuyo escudo de armas es un nuevo dolor.

El calor que derrite el chocolate
funde a su vez nuestra extraña sinrazón
como nos fundimos envueltos en pasión
queriendo interpretar un amor de disparate.

Te marchas para no ser líquido,
me quedo en un instante, pétreo y sólido
degradado nuevamente a lo más ínfimo
impregnando mi camisa de tu chocolate simbólico.

Bajarán de pronto las temperaturas
soltarán su carga de pena las nubes,
pero tú, tú no sé si subes
si ya estás alojada en mis alturas.




mil gracias a María Hernando por esta imagen de la amargura chocolateada que es su aportación preciosa y genial a la creación de esta entrada... gracias por tu generosidad y por la celeridad para atender mi solicitud María; 
una colaboración con un gran sabor de boca...

domingo, 26 de junio de 2011

Ti mato

Ti mato
me dices si no te amo,
lo sientes si miro a otras
o cuando atrapado en mayo
no hay más besos de mi boca.

Ti mato
que no me quieres,
que buscas otras caricias,
que piensas otras mujeres
borrándome la sonrisa.

Ti mato
porque me matas,
porque tu ausente presencia
es la muerte a puñaladas,
son latidos sin tu esencia.

Yo te digo
mátame amando
que de tu amor quiero la muerte,
quiero morir de esos labios
en tu corazón valiente.

domingo, 22 de mayo de 2011

Semen y Castigo


Estas cosas pasan, diría cualquiera. Podría ser, pero a mí no me pasan, bueno, no me pasaban hasta que me pasaron ayer.
  Primero un mensaje sorprendente al encender mi pc a mediodía: Hola guapísimo, estoy de paso en Salamanca. Este es mi número, llama y tomamos algo si te apetece. Dejó su numero de móvil y respondí a ese mensaje :
  Hola, preciosa, te llamo cuando haga un huequecito.
  Llamé dos horas más tarde y quedamos en hablar con calma después. ¿Esas cosas pasan? ¿Una desconocida te aborda en la red y te pide una cita? A mi solo me ha pasado algo parecido con esas chicas del este que quieren sacarte el dinero y se las ve venir de lejos. Esas dejan una dirección de correo para camelarte por Messenger. Esto era otra historia.
  Llega la noche, cuando contacto con ella está cenando y me dice que me llama en un par de horas. No quiero quedarme esperando, me meto una dosis de Ibuprofeno como quien esnifa medio gramo de coca para salir de marcha y me bajo a la ciudad a tomar una copa mientras ella termina.
  A la entrada de la ciudad, en el nuevo barrio universitario, veo a lo lejos junto al primer edificio a alguien casi en medio de la calle. Reduzco la velocidad y al acercarme con cuidado, distingo perfectamente a una chica haciendo gestos para que me detenga. Lo hago junto a ella.
  Es muy joven, quizá unos 25 años, aunque me resulta difícil calcular la edad en una chica de raza negra. Asoma la cabeza por la ventanilla del copiloto muy nerviosa.
-Por favor, ¿me lleva a mi casa?
- Sí, claro, sube- respondí medio estupefacto.
-Muchas gracias, estoy mal y quiero irme a dormir. Las personas malas- acertó a decir en un castellano más bien pobre sobre todo en la pronunciación.
-Tranquila, ahora me cuentas. ¿ Donde vives?
-Junto al viejo mercado, al otro lado de la ciudad. Siento molestia, estaba en fiesta amigos aquí en casa amiga y una chica borracha fue racista, estoy triste, mi chico que gusta se reía con lo que esa mujer decía.
-Oh, lo siento, lo siento mucho. Lo de ese chico es muy feo además, aunque quizás solamente quisiera gustarle a ella.
-Yo tenía regalo para él hoy- consiguió decir en medio de un mar de lágrimas.
-Cálmate , por favor. ¿ Cómo te llamas?
-Sophie, soy nigeria ¿y tú?
-Pablo, me llamo Pablo, soy de la ciudad, mentí; no me acababa de fiar nada de toda esa historia pese a que la chica parecía muy afectada. Alguna nueva modalidad de prostitución me decía mi cabezota de malpensado.
  -Yo iba a la Plaza  a tomar una copa, te vendría bien no encerrarte en casa.
Me miró con atención como examinándome por primera vez y sonriendo aceptó.
  -Me vendrá bien, vamos.
  Encontramos con dificultad acomodo en una terraza, mientras ella me contaba cosas de su vida. Su familia era muy rica y estaba en mi ciudad estudiando medicina sin prisas para el regreso a su país.
  Yo tomé muchas copas, creo que seis, ella dos. Estaba tranquila con una persona que la hacía reír con sus ocurrencias y se mostraba muy cariñosa. Me besó y abrazó repetidamente, me daba las gracias cada minuto. Yo la mandaba callar poniendo los dedos en sus labios y ella los besaba y reía a carcajadas.
-Estás más tranquila, sí quieres te llevo ya para casa.
- Sí, pero sí me prometes que nos veremos de nuevo, eres amigo, quiero otra día.
-Sí, eres muy linda, nos veremos cuando tú quieras. Te debo muchas copas, no me has dejado pagar nada y estoy en deuda.
-Yo deuda contigo, eres bueno y simpático.
 Llegamos a su portal y corrí a abrir la puerta para que saliera del coche. Me abrazó muy fuerte, me daba las gracias una y mil veces. Giré mi rostro y besé su mejilla repetidamente, como lo hacen las abuelas. Ella movió la suya y me besó suavemente junto a los labios quedando ahí quieta, sin despegarse. Esa sensación me excitó, me cambió el chip de amigo en el acto. Sentí a la vez que su respiración,como su pecho se movía agitadamente, estábamos en ese punto de no retorno si uno de los dos no se separaba ya. No lo hicimos, nos besamos los labios, nos entraron las prisas por amarnos. Subimos al coche y salimos en busca de un lugar apartado. Ella me dijo, era mi regalo para aquel chico,tú mereces y me gustas guapo.Vamos Puente Romano, quiero allí.
  Volé, media docena de copas y una excitación horrible se hicieron con el mando de la conducción.
  Ya en la orilla del río ocurrió todo lo demás. Yo llevaba mi mano a su sexo y ella la retiraba al instante y metía los dedos en su boca. Era una gran batalla en pie entre árboles y agua. Incómodo, pero muy morboso me parecía.
  Conseguí a duras penas gracias a su maestría, al alcohol y las ganas de contacto con otra piel vaciarme dentro de su sexo salvajemente mutilado. Lo notaron mis dedos en esos escasos momentos en los que me permitió contacto con él.
  Mis jodidos dedos que buscaban su placer se me clavaron en la conciencia.
 -¿Estás bien?
 -Sí cariño, estoy bien.
-¿Me llamarás?
-Lo haré, preciosa, lo haré.
 Esta mañana al encender el teléfono, un mensaje decía: gracias, gracias, gracias.
 También tenía muchas llamadas perdidas de la otra chica. La falta de tacto social no me ha dejado llamarla para disculparme.
 El tacto de mis dedos me dice que todo es una mierda.
 Para Sophie, a quien no creo que llame.

miércoles, 18 de mayo de 2011

15 M (Democracia real YA)

El pueblo se está moviendo,
está ocupando la calle
yo no me pierdo detalle
que el polvorín está ardiendo.
La generación perdida
de la crisis y el olvido
sustento del mal nacido
por fin da señales de vida.
Desde las redes sociales
el movimiento pacífico
dice al nervioso al político:
mira, aquí tienes tus males.
Bajando desde palacio,
subiendo de los suburbios,
ni leyes ni antidisturbios
cambiarán el escenario.
Hasta Francia o Argentina
está llegando la ola
y cuando rueda la bola
todo es nieve en la colina.
18-Mayo-2011

miércoles, 11 de mayo de 2011

Si no puedes...

Si no puedes dormir, sueña,
como yo sueño contigo
las cosas que no te digo
porque el silencio es mi enseña.

Si no puedes gritar, clama,
que se unan nuestras frentes
que se junten continentes
donde seas mi reina y ama.

Si no me puedes ver, adivina,
los dos espejos oscuros
tras los que oculto, el susurro,
es luz que los ilumina.

Si no puedes inventarme, ven,
acepta el reto imposible
que no hay destino invencible
cuando el amor va hacia él.

A las 2.40 AM del 11 de mayo de 2011.
pepe

sábado, 7 de mayo de 2011

THE GUNMAN O EL PRECIO DE LA FAMA


  Dieciséis muescas en su revólver de otros tantos muertos a sus manos.
  Ni un solo disparo por la espalda, siempre de frente, mirando a los ojos y con absoluta frialdad.
  Era para todo el estado de Arizona el más rápido, temerario y voraz pistolero jamás conocido.
  Es Larry W. Reed, el gunman perfecto.
  Su encargo para hoy consiste en retirar de la circulación a Fat Perkins, el gordo veloz. Un tipo increíblemente rápido. El ser más repugnante de la zona. Asesino, ladrón, violador y aunque voluminoso, muy escurridizo. El día iba a ser complicado, pero Larry se había preparado a conciencia; esperaba cumplir con profesionalidad este encargo; el mejor pagado de su vida.
  Desde el borde del desfiladero de Tucson Towers, como cada 3 de Julio  desde que acabó con su primera víctima y se convirtió en un proscrito, Larry esperaba pacientemente a lomos de su caballo la salida del sol.      

 Así los últimos seis años; fumando, repasando, planificando...esperando el gran momento. Mientras, en Phoenix, preparan la gran fiesta.

 Asoman los primeros rayos, ese gran momento se está acercando y un leve hormigueo recorre su espina dorsal, y sudor y brillo en sus ojos emocionados.
¡Ya están ahí! Al fondo del desfiladero, como cada año, suena la música y comienzan a asomar en el orden previsto los que han de animar el rodeo de mañana: al frente, la banda de músicos, banda por definirlos de alguna manera. Realmente son tres tipos con acordeón, trompeta y un grandísimo bombo que casi oculta a su portador y que interpretan algo que hasta ahora nadie ha sido capaz de adivinar qué es. Y los malabaristas, y el pistolero venido a menos convertido en atracción. Detrás de ellos, Miss Gillette, la mujer barbuda y su troupe de enanos subidos a un carromato destartalado. También las fieras en sus carruajes y el domador marcándoles el camino a pie con sus músculos siempre brillantes y por fin, cerrando la comitiva, los payasos.
  Larry suelta una enorme carcajada al ver a estos últimos pasando bajo sus pies, su favorito es Carrot Nose, sin duda, esa nariz es imposible.
  Nada más. Bruscamente da media vuelta sobre su caballo pinto sin mirar atrás, con un rictus entre amargo y concentrado y galopa en busca de Fat Perkins. 
Dentro de un año volverá si el gordo se lo permite y termina convertido en la decimoséptima muesca de su nacarada culata. 

miércoles, 13 de abril de 2011

No podía dejarte escapar.


  Sentado a la puerta de aquel almacén donde aguardaba a su apertura con impaciencia, fue repasando su vida hasta  llegar a ese momento en el que, a punto de cumplir el medio siglo de vida se sentía feliz por primera vez.

  Su infancia transcurrió entre miedos e inseguridades. Miedo a lo incomprensible proyectado desde el temor de sus padres a las autoridades impuestas por la dictadura en aquel pequeño pueblo lleno de estiércol y moscas.

  Miedo al cura y a los maestros; dotados de una autoridad, merecida tal vez en estos últimos, pero que se convertía en abuso al menor error de comportamiento de ese niño travieso y divertido que era. Miedo, pavor a su severo padre bebedor y machista.
  Definitivamente no fue un niño feliz, no.

  Adolescente sensible, enamoradizo y mal estudiante pese a sus privilegiadas condiciones, su búsqueda del amor y las elecciones erradas, hicieron que esos años pasaran envolviéndolo en la sensación de fracaso que marcó su vida.
   Tampoco, por eso, fue un adolescente feliz, ni mucho menos.

   Su primer trabajo con apenas dieciocho años fue parecido a un entierro en vida a cuatrocientos metros de profundidad durante dos años y rodeado de hombres duros y nobles que pese al temor a los derrumbes, el riesgo de los explosivos que por cientos de kilogramos eran su compañía casi continua, lo trataron con el respeto que la solidaridad ante esas durísimas condiciones convierte el trato humano en eso, en humano.
  En ese momento conoció el amor…y un año más tarde el desamor; lo que convirtió una etapa de casi felicidad en un infierno en el que solo en aquellas profundidades se sentía a salvo del dolor.

  Este episodio de desamor lo arrastró al mundo de la diversión sobre todas las demás cosas. No importaba el trabajo, ni los amigos, mucho menos la familia, que solo era un freno al desenfreno; solo importaba la huída como fuera.

  Conseguida la calma y ya en la treintena, se casó. Sabía que no debía, que no amaba a aquella mujer, pero lo hizo. Seguía huyendo.
  Fracasó, claro está. Repitió los mismos pasos sin un solo segundo de respiro y volvió a fracasar. Perdió más de una década de vida en el empeño de encontrar lo que buscaba y metido en los cuarenta años se dio de golpe con el AMOR. Donde menos lo esperaba, que es como suelen ser estas cosas. Vivió y sintió eso que aún recordaba de cuando más de veinte años antes y por un espacio muy corto de tiempo le dio sus únicos momentos felices.

  Por supuesto, aquello no terminó bien. Al contrario; y volvió aquel dolor desgarrador. Ese que te quiebra el alma, el que deja secuelas en el rictus y en el espíritu. Tenía heridas por todas partes y por si fuera poco, alguien tiraba puñados de sal sobre ellas.
  Aquello lo hizo fuerte, tan fuerte, que ahora se sentía feliz e invencible. Con una mujer esperándole que lo amaba profundamente y sin miedo a las duras condiciones de vida que sabía le aguardaban.

  Por eso estaba esperando en la puerta de ese almacén. Allí estaba el cofre inviolable que custodiaría su felicidad.
  Con una bolsa en la mano abandonó el lugar después de guiñar un ojo a la dependienta. Era el día de su cincuenta cumpleaños y tenía el regalo de la felicidad plena en su poder.

  La mañana  siguiente, la chica que le hacía las tareas del hogar lo encontró colgando de la lámpara del techo. La cuerda era verde y aún tenía la etiqueta, que, a modo de banderola justo sobre su cabeza formaba una grotesca imagen al conjunto fiambre/cuerda, su rostro,entre gris y morado remataba perfectamente el policromado escenario de la felicidad eterna.
  Una nota sobre una mesa llena de restos de cocaína colocada bajo una botella vacía de vino de Toro decía:
No podía dejarte escapar.